Un día podías darte de bruces con la sonrisa de la Gioconda
paseando por la Gran Vía, otro, ver a Picasso aplaudiendo junto
al guiri Hemingway en algún tendido de las Ventas
Aquel verano, Goethe disputó a los dados con Mefistófeles
una foto de Marylin Monroe, mientras Goya y Velázquez se enzarzaron
con “la mia más” por el pedigrí de sus calles
Qué tiempos aquellos para Madrid
No podía ni imaginarme la vulgaridad rayando en lo hortera,
que muestra en los últimos años mi ciudad favorita
A alguien se le ocurrió la poco brillante idea de otorgar a dedo
su alcaldía, ¡a la tataranieta de don Pepe Botella!
Fernando Sabido Sánchez